San Lorenzo debía reaccionar. No podía permitirse quedar 0-2 si quería seguir soñando con el histórico pentacampeonato. Y lo hizo, con mucho carácter y defensa en la segunda mitad (la ganó 48-33). Una reaccionó que le permitió ganar 81-72 y empatar esta apasionante final. La ferocidad defensiva, el corazón de sus veteranos y el talento de sus estrellas, José Vildoza y Maxi Fjellerup, fueron sus argumentos para llegar al martes (a las 18) con mayor ilusión.
Actitud, intensidad y solidez. Esos fueron los valores que llevaron al Ciclón a ganar un partido que le fue desfavorable durante 30 minutos, pero que terminó remontando gracias a una inexpugnable defensa en el cuarto final, en el que se impusó por 22-12. El talento de Fjellerup (16 puntos) fue clave para sostener al conjunto de Boedo durante los momentos más complicados, junto a la presencia del Penka Aguirre (16) en el momento de mayor desventaja, el desequilibrio de José Vildoza (21) para romper la resistencia rival, y las apariciones del Faca Piñero (9) y Toro Acuña (7) desde el banco. En lo colectivo, los 10 recuperos y los 26 tantos de contragolpe son las estadísticas que marcan la fortaleza defensiva que los condujo al triunfo.
En la mañana del Templo del Rock, el que empezó más despierto fue San Lorenzo, enfocado en defender su aro y encontrar tiros abiertos en el otro costado. Tras una bomba de Aguirre, que colocó la diferencia en seis unidades, apareció la figura de Brandon Robinson para despertar a la Fusión. Aún bien marcado, el foráneo no paró hasta dar vuelta el tanteador, lo que contagió a sus compañeros.
Estando más despierto, el campeón del Súper 20 armó su muralla y se cerró en el perímetro. Los de Boedo fallaron sus siguientes 14 triples en el primer tiempo, pero cuando parecían haber perdido la brújula, el DT Silvio Santander le abrió los ojos a sus dirigidos: “Si defendemos en primera línea el ataque va a fluir”, marcó en un tiempo muerto. Así fue.
El Ciclón recuperó siete pelotas desde entonces y anotó diez unidades de contragolpe. A pocos minutos del entretiempo, Mauro Cosolito se dobló la muñeca y debió salir con mucho dolor. Todo parecía favorable al azulgrana, pero el conjunto santiagueño sostuvo su intensidad defensiva, y gracias al poder de su banco, logró tomar ocho de luz, ventaja que fue recortada por José Vildoza en la última bola previa al descanso.
El tercer cuarto fue una batalla, en la que San Lorenzo comenzó perdiendo. La agresividad defensiva que los mantuvo en juego durante la primera mitad los llevó a cometer una gran cantidad de infracciones. Entre ellas, Fjellerup alcanzó la cuarta personal, lo que lo llevó al banco. Tras caer en una desventaja de 10, el Penka fue quien tomó la posta. El vigente campeón, con su jerarquía y experiencia, empujó a los suyos de regreso. Vildoza, con dos bombas claves, colocó a los suyos a un punto de cara a los últimos diez minutos.
Con Fjellerup en problemas, San Lorenzo necesitaba que aparecieran sus suplentes para sostenerse en el juego. Allí fue cuando el experimentado Piñero, el agresivo Acuña y el explosivo Luis Montero pusieron la cara por el equipo, con 15 de los 22 tantos que anotaron en el cuarto final. Pero no fue sólo una cuestión de los relevos. El Cuervo recuperó esa ferocidad en primera línea que demostró en semis y cuartos, y que resultó impenetrable tanto para Instituto como para San Martín.
Los cambios en los bloqueos directos, el salto adelante de sus gigantes para impedir los pick and roll, y la energía para resolver en contraataque fueron demasiado para un Quimsa que buscó a Ismael Romero en el poste bajo, pero nunca le pudo hacer llegar la pelota. Con Robinson doble marcado, perdiendo gran cantidad de balones, y Copello imposibilitado de encontrar a sus compañeros, la Fusión nunca le encontró la vuelta. El tetracampeón administró los tiempos en el cierre y consiguió el ansiado triunfo, que le da paridad a la serie final y le permite seguir soñando con ahondar más la historia en nuestra competencia.
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